Hay pueblos que parecen creados para sacarte una sonrisa. A mí me pasó con Oberammergau, ese rincón de Baviera que en persona es todavía más pintoresco que en fotos. Salí de Garmisch-Partenkirchen durante mi ruta por los Alpes Austriacos y Alemanes pensando que sería una excursión tranquila, casi un paseo entre casas pintadas… y al final me encontré con un pueblo lleno de sorpresas.
Nada más llegar me recibió el típico escenario bávaro: montañas enormes de fondo, calles tranquilas y un olor a madera quemándose que, más que anunciar el invierno, me hizo pensar en chocolate caliente. Bajé del tren con la bufanda aún en la mochila y lo primero que hice, lo confieso, fue abrir el mapa de Oberammergau en el móvil… aunque terminé dejándome guiar por el instinto.
Un poco de historia
Aunque el valle del Ammer ya aparece mencionado en textos del siglo IX, la vida de Oberammergau cambió sobre todo en el siglo XVII. En 1633, cuando la peste negra llegó al pueblo y se llevó a decenas de vecinos, los habitantes hicieron una promesa: si sobrevivían, representarían la Pasión de Cristo cada diez años. Y lo cumplieron. En 1634 celebraron la primera función en el cementerio del pueblo y, desde entonces, la tradición se mantiene viva. Hoy en día participan cientos de vecinos, desde actores hasta músicos y técnicos, y el teatro donde se celebra es una de las visitas más impresionantes incluso cuando está vacío.
Pero no todo es teatro. En el siglo XVI ya se había hecho famosa la talla en madera, gracias a la abundancia de bosques de la zona. Esa tradición artesanal sigue presente en talleres y tiendas, y basta entrar en cualquiera de ellos para entender que aquí la paciencia y el detalle forman parte del ADN local.
Con el tiempo, entre las fachadas pintadas, las figuras de madera y la Pasión, Oberammergau pasó de ser un rincón alpino discreto a un nombre reconocido en todo el mundo. Y lo curioso es que, pese a esa fama, el pueblo conserva ese aire de sitio pequeño, donde uno se cruza con los vecinos de camino a la panadería.
Cómo llegar a Oberammergau
No tiene pérdida. Desde Múnich podéis llegar en unas dos horas en tren, con un transbordo en Murnau. La estación queda en pleno pueblo, así que se llega andando a cualquier parte.
En coche, el trayecto es más rápido (alrededor de hora y media) y la carretera es un espectáculo de paisajes alpinos. Otra opción es combinar la visita con Garmisch-Partenkirchen o el castillo de Linderhof, que quedan muy cerca.
Qué hacer en Oberammergau
El casco antiguo es un festival de colores. Yo intentaba seguir un recorrido más o menos lógico, pero al final me pasé media hora dando vueltas porque cada fachada me atrapaba con alguna escena distinta.
1. Las casas pintadas
Lo primero que llama la atención son las fachadas decoradas con la técnica bávara llamada Lüftlmalerei, un estilo muy típico de esta zona que consiste en decorar las casas con frescos al aire libre. No son simples adornos: cuentan historias. Algunas representan escenas religiosas, otras se inspiran en cuentos que todos conocemos desde pequeños. Yo me quedé embobada delante de la casa de Caperucita en Oberammergau, con la abuelita y el lobo mirándote desde la pared como si la escena fuese a continuar en cualquier momento. Y a pocos pasos, la casa de Hansel y Gretel, que parece arrancada de un libro ilustrado. Pasear por estas calles es un juego constante entre lo real y lo imaginado, y os aseguro que cuesta no pararse en cada esquina.
2. El teatro de la Pasión
Este pueblo es mundialmente conocido por la representación de la Pasión de Cristo que hacen cada diez años desde el siglo XVII. Aunque yo no coincidí con la representación, el teatro donde se celebra está abierto y es impresionante ver cómo un pueblo entero puede girar alrededor de esta tradición.
3. Alpine coaster de Oberammergau, la montaña rusa alpina
Imaginad un trineo sobre raíles que se lanza montaña abajo durante más de dos kilómetros, con curvas cerradas y prados a los lados. Yo subí con ese cosquilleo de “¿en qué lío me estoy metiendo?” y en la primera bajada ya estaba riéndome sola. Lo mejor es que llevas unas palancas para frenar, así que cada uno decide si quiere velocidad o un paseo más tranquilo (spoiler: acabé dándole caña).
Para llegar tenéis que tomar el teleférico de Kolbensattel, a las afueras del pueblo, y arriba además del coaster hay rutas y un par de restaurantes alpinos donde la cerveza entra sola. La entrada ronda los 15 € por adulto y unos 12 € los niños, aunque venden tickets combinados si queréis repetir. Eso sí, en invierno suele estar cerrado por la nieve y en primavera depende del tiempo, así que mejor mirad horarios antes de subir. En verano es cuando más se disfruta, con el valle verde a los pies y el aire en la cara.
4. Rutas y miradores
Detrás del pueblo hay caminos que suben hacia la montaña. Yo me animé a una pequeña caminata hasta un mirador desde el que se ve todo el valle. Silencio, campanas lejanas y ese frío que se cuela por los guantes. Si vais en primavera o verano, las rutas de senderismo son un gran plan: verdes intensos, flores alpinas y vacas pastando a su aire.
5. Oberammergau en Navidad
En diciembre el pueblo se transforma. Las luces se encienden al atardecer, aparecen pequeños mercadillos y los escaparates se llenan de figuras talladas en madera. La Navidad en Oberammergau no tiene la magnitud de Múnich o Núremberg, pero precisamente por eso resulta tan acogedora: todo parece hecho a escala humana.
Comer en la zona
Aquí manda la comida bávara de toda la vida. Yo probé un Käsespätzle cremoso en el Zur Tini, una taberna pequeña y muy acogedora. También me recomendaron el Hotel Maximilian Restaurant, que combina cocina local con un punto más moderno, y el Alte Post, ideal si queréis un ambiente tradicional con mesas de madera y platos contundentes. Entre las especialidades no faltan el Schweinshaxe (codillo), sopas calientes y postres con frutos rojos. Y, cómo no, cerveza bávara para acompañar.
Alojarse en Oberammergau
Pasé la noche en el Zum Kirchenbauer, una pensión familiar con vistas a la iglesia y desayuno casero de esos que te hacen empezar el día con buen humor. Me gustó por su ambiente auténtico, con detalles de madera y trato cercano.
Si buscáis algo más elegante, el Hotel Maximilian es de los mejor valorados, con spa y habitaciones modernas sin perder el toque bávaro. Otra opción más asequible es el Gaestehaus Richter, muy céntrico y con un desayuno que todos recomiendan. Y para quienes viajen en grupo o en familia, hay varios apartamentos turísticos con balcón y vistas a la montaña.
Más planes cerca
Desde Oberammergau se pueden hacer excursiones muy interesantes. El monasterio de Ettal queda a solo unos minutos en coche o autobús y su cúpula barroca es imponente. También el castillo de Linderhof, uno de los palacios de Luis II de Baviera, con jardines, fuentes y mucho aire de Versalles alpino. Y si tenéis más días, podéis combinarlo con Garmisch-Partenkirchen o incluso con una ruta hasta el Zugspitze.
Consejos prácticos
- Llevad calzado cómodo, las calles son adoquinadas.
- En invierno, bufanda, guantes y gorro no son opcionales.
- El alpine coaster de Oberammergau abre solo en temporada, así que mejor mirad horarios antes.
- Reservad alojamiento con tiempo si vais en temporada alta, sobre todo en verano y en Navidad.
- Entrad en alguna tienda de tallas de madera: aunque no compréis, veréis auténticas obras de arte.